viernes, 9 de agosto de 2013

Reseña: Los telepresidentes


Por: Rubén Aguilar Valenzuela
 
En la Introducción, el colombiano Omar Rincón[1] hace una síntesis creativa de los trabajos que integran el libro. Establece que la narrativa propia de las telenovelas donde un hombre puro (cualquier presidente) salva a la mujer equivocada (el pueblo engañado y ultrajado) estructura hoy la comunicación de los presidentes en América Latina.

A partir de este postulado central, siempre haciendo un paralelismo con las telenovelas, sostiene, a partir de lo que se plantea en los diversos trabajos, que la actual comunicación presidencial se estructura y toma forma a partir de tres ejes narrativos:

1)      El amor directo. Es de cara a cara y así “el héroe/ presidente ama de manera directa, afectiva y machista al pueblo/televidente que, gracias a su baja autoestima, requiere de una atención especial y amorosa”. En respuesta a este amor el pueblo “le entrega toda su libertad al galán/presidente” y le dice “haz lo que quieras conmigo y con la nación, con tal que me hagas feliz y, por favor, ni me cuentes que haces, no me molestes, confío en ti”.

2)      El pacto melodramático. “La figura política y la figura mediática se unen para construir un sujeto del deseo, un superhéroe que va a salvar a nuestros “equivocados países”. Presidentes que elevan en virtud moral a los pobres, lo local, lo patriótico y provinciano”. El lenguaje, por eso mismo, “es elemental  y corto en ideas; sus referentes no están hechos de ideas o pensadores sino de refranes y tradición popular” y añade que los presidentes “hacen de la política un relato de seducción y conquista del amor del pueblo”.

3)      El pacto feliz. “El galán luchará y luchará y a sus rivales derrotará; al final tenderemos un amor eterno en una tierra feliz sin guerrilla, o sin imperialismo, o sin racismo, o sin exclusión, o incluso sin ricos”. Así, es como se logrará mantener una “reelección infinita” en el cargo presidencial.

La “historia de amor político” se hace para y desde los medios de comunicación, de manera particular la televisión y la radio. “El pueblo se enamora por el oído, por la escucha”. Los presidentes gobiernan como presentadores de televisión que “en vivo y en directo” producen una “democracia emocional para televidentes, no para ciudadanos”. A partir del análisis más puntual de la comunicación desarrollada por los presidentes Uribe (Colombia) y Chávez (Venezuela) se establece que se abandona “la política de los argumentos para ganar la emocionalidad del entretenimiento y prometer la felicidad”. El modelo se estructura en diez pasos:

1)      Historia: sujeto investido por dios, para salvar la patria.

2)      Concepto: su misión es refundar la nación y salvarla de los enemigos. Los ciudadanos son convocados en su calidad de patriotas, “para, la misión salvífica”.

3)      Personaje: héroe “que genera identificación y credibilidad”, que es fuerte y autoritario, pero paternal, confrontativo pero conciliador, serio pero espontáneo.

4)      Enemigo: “para construir su proyecto de heroísmo melodramático hay que tener claro al villano” y lo son todos “quienes se opongan a su proyecto de refundación de la patria”.

5)      Audiencia: le hablan a su pueblo “porque conocen sus tradiciones, sus estéticas y valores” y es así como logran la identificación y la confianza.

6)      Símbolo: es capaz de convertir toda acción en “símbolo de lucha, de esta manera, resignifican la sociedad en sus significados y destino”.

7)      Lenguaje: usa una retórica que es para todos, “llena de referentes provincianos” y recursos como los refranes.

8)      Formatos: está siempre en pantalla de la televisión y en algunos casos crean sus propios talk shows.

9)      Medios: su referente principal es la televisión y “huye de la prensa escrita y los medios internacionales; cuando pueden convierten a los medios en los enemigos”.

10)   Democracia de contacto: “se gobierna en vivo y en directo y de frente a la gente”. Antes de ser presidente se es “una encarnación del deseo de la gente”.

El propósito de este tipo de comunicación es “vender una conciencia colectiva de que se está mejor”, aunque no necesariamente sea cierto. Este modelo que ha sido utilizado con mucho éxito por algunos presidentes latinoamericanos tiene como columna vertebral un “héroe moral”, a prueba de todo, y una causa, la del pueblo ofendido, que algún día, más temprano que tarde, será “salvado” por el héroe/presidente que en términos mediático es lo mismo que el galán/presidente.

Este modelo, derivado del esquema argumental de las telenovelas, no distingue ideologías y lo siguen tanto presidentes de izquierda como de derecha. Así, “la comunicación solo es una estrategia instrumental para seducir y convocar”. La comparación de Rincón entre el género de las telenovelas y el de la comunicación presidencial resulta sugerente y aporta elementos para comprender, en unos casos más que en otros, cómo ahora se comunican los presidentes de América Latina.

El modelo propuesto no sólo resulta útil para analizar la comunicación presidencial, ese es su propósito, sino también para tratar de explicar la manera como se comunican los candidatos en las campañas por la presidencia. Los hechos dan cuenta que ellos también asumen los ejes narrativos y los pasos del modelo propuestos por Rincón.

Los presidentes gobiernan como presentadores de televisión que "en vivo y en directo" producen una  "democracia emocional para televidentes, no para ciudadanos"
El libro recoge trece trabajos que abordan el caso particular de otros tantos países: El de Brasil lo analiza Chico de Goles, en el artículo “O presidente da terra do nunca”; el de Chile, Francisco Skoknic, en “Comunicar con voz de mujer”; el de Argentina, María O´Donell, en “El atril del asesino”; el de Uruguay, Mariangela Giaimo, en “La estética médica en la política de izquierda”; el de Bolivia, Ricardo Uceda”, en “El brillante orador exhibe logros, pero no convence”; el de Ecuador, Jeanneth Valivieso, en “La confrontación que da éxito”; el de Venezuela, Katia Alves, en “A comunicacao como uma variável significativa nas relacoes de poder”; el de Panamá, Lina Vega, en “Para entender al hijo del general”; el de Costa Rica, Irene Vizcaíno, en “El pacificador con una tarea más difícil”; el de Nicaragua, Roberto Orozco, en “El modelo de Ortega, “comunicación en familia”; el de Colombia, Alejandro de Vengechea, en “El misionero enviado de Dios y el finquero de Colombia”.


[1] Es profesor asociado de la Universidad de los Andes y director del Centro de Competencia en Comunicación para América Latina de la Fundación Friederich Ebert. Es editor de Los tele-presidentes: cerca del pueblo, lejos de la democracia, Friederich Ebert Stiftung, Bogotá, 2008.

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