martes, 24 de enero de 2012

Corrupción a la brasileña

El gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva se caracterizó por muchas virtudes, pero entre ellas no estuvo la honradez de los funcionarios públicos. El presidente, ante las denuncias de corrupción de algunos ministros o de sus hijos, las descalificó diciendo que era estrategia de la oposición para atacar a su gobierno. Los brasileños le creían a Lula.

La actitud de su sucesora, Dilma Rousseff, ha sido diametralmente opuesta. Ella ha tomado la bandera de la anticorrupción como un elemento central de su gobierno. En lo poco que tiene en el gobierno ya ha despedido a seis ministros acusados de corrupción.
En su gobierno se creó la Comisión de Ética con el propósito de hacerse cargo de la lucha contra la corrupción de los funcionarios públicos. Fue la respuesta de Rousseff al malestar de grupos que reclaman los abusos de poder y la corrupción extendida en el gobierno.
La investigación y las denuncias han estado a cargo, en el caso de los seis ministros cesados, de la prensa brasileña, de manera particular la revista Veja y el periódico Folha de Sao Paulo. La Comisión de Ética ha estudiado las denuncias y actuado en consecuencia.
Los ministros que han tenido que renunciar son: Antonio Palocci, de la Casa Civil; Alfredo Nascimiento, de Transportes; Wagner Rossi, de Agricultura; Nelson Jobim, de Defensa; Carlos Lupi, de Trabajo y Orlando Silva, de Deporte.
La posición de la presidenta Rousseff se ha fortalecido y también ha crecido su popularidad. La sociedad aplaude su actuación. Algunos analistas brasileños sostienen que en la medida que avanza la democracia los niveles de exigencia ciudadana sobre sus autoridades se hacen cada vez mayores.
De estos hechos para el caso de México se pueden derivar tres grandes aprendizajes: a) Combatir la corrupción en serio rinde buenos dividendos políticos; b) el periodismo de investigación en posición de datos duros puede ofrecer un gran servicio a la sociedad; c) Contar con una instancia de gobierno que luche de verdad contra la corrupción legitima a la autoridad.

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