miércoles, 12 de junio de 2013

Un pintor mexicano en Chia

UN PINTOR MEXICANO EN CHIA

Por Rubén Aguilar Valenzuela
12 de junio de 2013

  

El nuevo centro pastoral de Taipei tendrá un mural de 12 metros en acero y mosaico con el tema “Jesús y sus discípulos”, el cual será realizado por un artista de 90 años de origen mexicano, Francisco Borboa Valenzuela, quien tardó cerca de 40 años en darse cuenta de que lo suyo eran la pintura y la vida matrimonial y no el sacerdocio.

UN LARGO, LARGO VIAJE
Francisco Borboa nació en San Juan Bautista, California, en 1923, y creció en Los Mochis, Sinaloa. En 1948 se embarcó para ir a China con la Compañía de Jesús. Cinco años antes había entrado en el noviciado de San Cayetano, en Santiago Tianguistenco, Estado de México.

En Beijing inició el estudio del chino, pero como los guerrilleros de Mao Tze Tung avanzaban desde el norte, los superiores de la orden enviaron a los estudiantes a Shanghai y de ahí, a Wuhu.

Ese año pasaron el invierno frente al río Yangtze y cuando las tropas de Mao invadieron la región, Borboa y sus compañeros fueron enviados a Shanghai, de nuevo. Días después, los comunistas chinos se hicieron del poder y fundan la República Socialista Popular de China, en 1949.

Los jesuitas en formación abandonaron China en 1950. Por tren, a Tienshin, en barco a Hong Kong y en otro barco a Manila, donde, como no tenían visa, el Presidente les otorgó el permiso para entrar a Filipinas.

Los estudiantes van al Chabanel Hall, el filosofado de la Compañía de Jesús instalado en lo que fuera un campo de concentración para los prisioneros japoneses de la II Guerra. De aquella alma máter, Borboa recuerda que era “un corredor de tablas como de 100 metros de largo, por 2 de ancho, a cuyos lados se encontraban dos hileras de barracas de lámina corrugada y oxidada”.

Al terminar sus estudios de filosofía en 1953, Borboa es enviado como profesor (“maestrillo”, se dice entre los jesuitas) al Ateneo de Cagayán, en Oro City, al norte de la isla de Mindanao. Al terminar el magisterio inicia la teología y en 1957 se ordena sacerdote.

En 1958, inicia la etapa que los jesuitas llaman la tercera probación, en Hiroshima, Japón. En 1960 se le destina a Taichung, en Taiwán, donde trabaja en una editorial de los jesuitas, Kuang Chi Press.

INICIA LA PRUEBA DE PACIENCIA
En 1962, Francisco (Pancho) Borboa, después de 19 años de pertenecer a la Compañía de Jesús, decide dejarla y solicita a la Curia Romana se le dispense del sacerdocio. En manos de la orden estaba el aceptar su salida de la vida religiosa, pero sólo Roma podía decidir la dispensa sacerdotal.

Poco después, el todavía padre Borboa, pero ya no jesuita, viaja de Taiwán a Hong Kong. El avión de dos hélices aterriza en un rústico aeropuerto.

El hermano Oualet va a su encuentro y con coraje, de un tirón, le arranca el alzacuello de su clergyman. Lo trasladan a las oficinas de la Procura de la Misión de China y ahí su responsable, el padre Germain, lo envía a que viva en la YMCA, pero antes le pregunta: ¿cuánto dinero necesitas? Borboa respondió: “No sé”. De Taiwán sólo ha traído su crucifijo, su Breviario y un par de camisetas.

En ese momento el jesuita recién salido de la Compañía de Jesús dice que le sucedieron “dos cosas muy lindas”. Una es que se entrevista con los padres jesuitas Günter, austríaco, y Parisi, italiano, sus profesores de teología y filosofía en Manila, quienes iban a Roma y le ofrecen presentar su petición de “dispensa sacerdotal” en la Congregación de Religiosos, de la Curia Romana, donde tenían contactos.

La otra cosa bella es que se podía sostener con “trabajitos” (algunos dibujos) y con un cheque mensual de 1 dólar por día que le enviaba desde Taiwán el obispo y superior de los padres Betlemitas suizos, de la misión de Jua Lien. Borboa, para entonces, vivía, en Shatín, al otro lado de la montaña de Lion Rock, en Kowloon, Hong Kong.

Después de un año llegó la respuesta de Roma: “Petitio sine fundamento” (Petición sin fundamento). “Me dejan donde mismito”, dice Barboa.

Un buen día, cuenta Pancho, el padre Pieraccini, el encargado de entregarle el cheque del obispo, le llama y dice: “Monseñor Caprio, internuncio de Taiwán, pasa por Hong Kong, en su viaje a Roma, para asistir al Concilio Vaticano II y quiere verte”. Lo que aprovecha para solicitar, de nuevo, “mi dispensa sacerdotal. Al año, de regreso de Roma, me trae la noticia de que mi caso se arreglaría muy pronto”.

LA MUJER QUE QUEMÓ SUS NAVES
Pancho, para entonces, ya tenía visa de residente en Hong Kong. Decide, entonces, escribir a Ana, que había conocido en Taichung, Taiwán, cuando ella era maestra en Providence College, para proponerle matrimonio.

Él pensaba que la “dispensa” del sacerdocio era inminente. “Ella -dice Pancho- quemó las naves como Cortés y voló a Hong Kong con visa de un mes, para casarse con un residente”. Ana se hospedó en la casa de una vecina en espera de “la llegada de su padre”. Pero “su papá no venía, ni Roma respondía”, recuerda Pancho.

Al tercer mes Ana recibió un citatorio: “O se casa o se regresa a Taiwán”.
“Entonces Ana y yo fuimos a la iglesia y enfrente del Santísimo prometimos casarnos, pero vivir como hermanitos hasta que llegara mi dispensa sacerdotal y así nos pudiéramos casar por la Iglesia”. Después fueron a un juzgado y se casaron por lo civil.

Para la casa, junto a la vía del tren, “compramos algunos muebles de segunda mano y equipamos un nidito muy cuco, pero muy pobre. Pusimos cortinas y del mismo lienzo hicimos cubiertas para las cajas de madera como sofás y un mantelito para la mesa rústica. La casa tenía dos cuartitos, y en uno dormía Ana y en el otro, yo”.

En esos días pasaba por Hong Kong el misionero mexicano Miguel Pardinas SJ, quien visitó a la pareja y les enseñó a cocinar pescado. Los dos estaban ya cansados, dice Pancho, de freír alas de pollo. En esa ocasión, Miguel regaló a Ana un suéter de lana, que después ella cambió por dos más baratos.

En 1966, el padre Granelli, cuenta Pancho, “me llama a su estancia del Colegio La Salle, del que era capellán, y me dice con papel en mano: Ha llegado tu dispensa por vía marítima” y más adelante me pregunta “¿cuándo quieres casarte?”. Yo le respondí: “Mañana”. Entonces, recuerda Pancho, “Ana y yo nos prometimos amor eterno ante el padre Granelli. Ella llevaba una mantilla y un vestidito blanco. Todo fue en secreto y sin testigos”.

Después, Pancho y Ana compraron un departamento de tres recámaras y un garaje, que arreglaron “muy lindo”, y lo llamaron “Borboa Inn”.

Su cuarto de huéspedes estuvo todo el tiempo ocupado, pues por aquel entonces comenzaron a salir de la Compañía de Jesús muchos que habían sido compañeros de Pancho, que llegaban, dice él, “en pañales a Hong Kong. Los recogíamos en el aeropuerto y los llevábamos a nuestra casita.

Uno de ellos fue “el gran Jesús Domene (Chuy) [...] perito en chino, italiano, inglés, francés y español. Después fue Embajador de México en Corea, Rusia, Tailandia y Australia.
“Un día dejamos a Chuy en el departamento y nos fuimos a Taiwán, para hacer las paces con la familia de Ana y entregar algunos trabajitos (dibujos). Al volver a casa, Chuy nos pidió que bajáramos al garaje para que viéramos nuestro caballo, que era un Mini Cooper inglés, de novena mano, que nos compró como regalo”.

EL ARTISTA Y SU OBRA
Pancho establece, en su ya muy larga carrera artística, dos momentos muy interesantes. El primero lo sitúa en 1985, cuando tiene lugar una exposición en el Instituto Cultural Cabañas, de Guadalajara.

En ese tiempo, el Director de museografía era Javier Torres Ladrón de Guevara, que había sido jesuita. Pancho cuenta que éste, al ver el material que traía de Hong Kong, destinó tres salas para la exposición. Se presentaban 70 cuadros en acuarela y agua-tinta estilo chino. Al cortar el listón de apertura ya casi todos los cuadros tenían su “motita roja” de vendidos. El personal del Instituto se había adelantado a comprar los cuadros. “Al final -recuerda Pancho- vendimos más de 80 obras”.

La otra gran ocasión tuvo lugar en la exposición del Cardinal Tien Catholic Hospital, de Taipei, Taiwán. Mientras Ana y Pancho colgaban la obra dedicada toda a “Jesús de Nazaret”, se acercan dos señoras muy distinguidas que pasan admirando la obra, aunque buena parte todavía no estaba colgada.
“En ese momento -cuenta Pancho- veo que se dirigen a Ana y a mí, que estábamos tomando un café en el corredor del hospital, y nos dicen a quemarropa: ‘Les compramos todo’ […] eran fervorosas protestantes, habían venido a visitar a la suegra de una de ellas y querían construir una iglesia dedicada a Jesús”.

La primera exposición individual de Pancho fue de cuadros en mosaico y se presento en Hong Kong en 1972. Después ha expuesto en Manila, Taipei (es donde más ha expuesto), Guadalajara, la ciudad de México, Bilbao, Madrid, Los Mochis, Santander y Taichung.

La obra de Pancho contempla también viñetas para diversas ediciones impresas. Y en los últimos años ha hecho murales. A finales del 2012, realizó un gran mural en la entrada del nuevo edificio del seminario mayor de Taipei; el tema es el “Servicio” (Jesús lava los pies de Pedro) y tiene 10 metros de altura. Ahí mismo, en la parte exterior del edificio, realizó un mural en acero que es una cruz estilizada y el tema del “Jesús eucarístico”, de 8 metros de alto.

Al inicio del 2013, instaló otro mural en el seminario de loseta pintada con acrílico con el tema “Fuego he traído a la tierra y qué quiero sino que arda” (Luc. 12, 49). Al terminar estas obras decidió regalar, como pilón, un mural de 3 metros para el comedor del seminario. Pancho, a los 90 años, sigue trabajando de manera intensa. Recientemente presentó el diseño del gran mural para el centro pastoral de Taipei, el tema de “Jesús y sus discípulos”.

1 comentario:

  1. Hello! My name is venus chan. I am a mosaic teacher in macau. I admire mr. Borboa's mosaic works very much. Is he in Taiwan now? How can I contact him? Thank you thank you! vyychan@gmail.com

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