lunes, 9 de abril de 2012

EL NUEVO CONGRESO

Las encuestas indican, al inicio de la campaña electoral, que ningún
partido obtendría la mayoría simple en las cámaras de Senadores y
Diputados, y que el Presidente de la República, que surge de esa misma
elección, volverá a enfrentarse a la realidad de un gobierno dividido,
con los problemas que acarrea.

El PRI obtiene 36% de las preferencias efectivas del voto para Senador;
el PAN, 32%; el PRD, 15%; el PVEM, 8%; el PT, 5%; el MC, 2%, y el Panal,
2 por ciento.

El PRI y su aliado, el PVEM, alcanzan 44% y la suma de las "izquierdas"
llega a 22 % (Reforma 28/03/12).

El PRI-Panal serían la primera fuerza, el PAN la segunda y la tercera
el PRD-PT-MC. A los primeros les faltaría 7% para obtener la mayoría
simple (51%) requerida para votar gran parte de las leyes. El PRI-PVEM
siempre necesitaría al PAN o la alianza de izquierda para sacar
adelante sus iniciativas.

Los números son semejantes al nivel de los diputados y la preferencia
efectiva del PRI es de 37%; la del PAN, 32%; la del PRD, 17%; la del
PVEM, 6%; la del PT, 4%; la de MC, 2%, y el Panal, 2 por ciento. El PRI
y su aliado, el PVEM, llegarían a 43%, y la suma de las izquierdas, a
23 por ciento.

El PRI-Panal sería la primera fuerza, el PAN la segunda y la tercera
el PRD-PT-MC. A los primeros les faltaría 8% para obtener la mayoría
simple (51%) y, al igual que en el Senado, siempre necesitarían al PAN
o la alianza de izquierda para llevar adelante sus propuestas de ley.

Si la elección resulta como registra esta encuesta, todavía pueden
pasar muchas cosas; el PRI-PVEM, que obtiene la mayor intención
efectiva de los votos, en las cámaras de Senadores y Diputados sólo
tendría una mayoría relativa que no le alcanza para hacer pasar leyes
y siempre estaría obligado a la negociación.

El Presidente electo, no importa el partido, una vez más se vería
ante la realidad, como ha sucedido desde 1997, de un gobierno dividido
que dificulta o hace imposible que el Congreso le apruebe las
iniciativas de ley que les mande.

La situación se revela problemática e incluso grave y anuncia que las
grandes reformas legislativas seguirán "atoradas" en el Congreso. La
solución de buena parte de los "frenos" que tiene el país pasan por
reformas a la Constitución.

El próximo Presidente puede ser buen político y administrador, pero
si no envía al Congreso las reformas legislativas estructurales que
urgen, y consigue que se las aprueben, se habrán perdido otros seis
años. Muchos de los cambios que el país requiere no pasan por el
Ejecutivo, sino que demandan el acuerdo de las fuerzas políticas
representadas en el Congreso, todavía más cuando todo indica que
ninguna de ellas obtendrá la mayoría simple, ya no se diga la
calificada (75%) requerida para cambiar la Constitución.

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