miércoles, 11 de abril de 2012

¿Fin a la discusión de l TLC entre México y Brasil?

La incapacidad del gobierno brasileño de sostener su palabra en los
términos del compromiso inicial del Acuerdo de Complementación
Económica (ACE) 55 (comercio automotriz) firmado con México, plantea
dudas sobre la conveniencia de establecer acuerdos con un país que no
respeta sus compromisos.

El incumplimiento es una mala noticia para Brasil, para México y de
manera particular para América Latina. La posibilidad de concertar un
Tratado de Libre Comercio (TLC) entre las dos economías más grandes de
la región traería beneficios para todos los países.

La decisión brasileña aleja la posibilidad de una discusión seria y
responsable sobre el TLC que beneficiaría a Brasil, a México y al
conjunto de la región. El incumplimiento de la palabra empeñada da la
razón a los empresarios mexicanos que se niegan a la posibilidad de
concertar un TLC entre los dos países.

El gobierno brasileño no se ha podido sostener como un actor global en
la competencia propia del comercio internacional, sino como uno que se
refugia, cuando no es capaz de competir, en medidas proteccionistas que
pretenden esconder su falta de productividad, que desde ya le está
haciendo daño.

La falta de seriedad brasileña de cumplir un acuerdo, violenta
también su compromiso en el G-20 de no adoptar medidas proteccionistas,
no debe provocar que México deje de lado la posibilidad de establecer
un TLC con Brasil. Las autoridades mexicanas tienen que seguir
insistiendo en esa posibilidad.

El comercio bilateral creció 400% en los últimos 10 años, al pasar
de 2,500 millones de dólares a 9,500 millones de dólares en el 2011.

El déficit en esos años fue para México, que entendió que debía
pagar un costo por entrar a ese mercado y elevar sus niveles de
competitividad.

En el 2011, el déficit de la balanza comercial fue para Brasil, con
sólo 330 millones de dólares, cuando para México en el 2006 alcanzó
los 4,400 millones de dólares, el año más alto. En el 2011, el
comercio automotriz arrojó un superávit para México de 1,800 millones
de dólares, pero se compensó con la compra en otras áreas.

La relación comercial entre los dos países no debe verse a partir de
este lamentable hecho, sino de las posibilidades que ofrece la
interacción creciente de estas dos grandes economías, que juntas suman
ya unos 3 billones 400,000 millones de dólares. Su asociación daría
un nuevo impulso a América Latina.

Si los brasileños por razones coyunturales -su déficit automotriz se
origina en problemas de competitividad que debe resolver- se desdicen de
un acuerdo, la posición del gobierno mexicano debe ser ver al futuro y
seguir insistiendo en su intención de llegar a la firma de un TLC. La
visión de México debe ser amplia y de largo plazo.

El secretario de Economía de México, Bruno Ferrari, ha dicho, tiene
razón, que ahora no están dadas las condiciones para discutir la
posibilidad de un acuerdo comercial entre las dos economías más
grandes de la región, que juntas representan 70 % de la misma. Es, sin
duda, un tema prioritario que debe asumir el próximo gobierno.

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