Al inicio del próximo gobierno debería haber un acuerdo entre el presidente, el Congreso y el Instituto Federal Electoral (IFE), para retrasar las elecciones y acortar el tiempo del larguísimo interregno que reduce en meses el gobierno del presidente en funciones e impide que el nuevo empiece a operar a toda máquina.
El larguísimo periodo de interregno entre el presidente saliente, Felipe Calderón, y el entrante, Enrique Peña Nieto, inició el dos de julio y más claramente después que el TEPJF hizo entrega a éste último de su constancia como presidente constitucional electo.
En la gran mayoría de los países el tiempo que transcurre en el traspaso del poder va de los 45 a los 60 días, en algunos es todavía menor, pero en México es de 150 días, que son cinco meses. En ese lapso se genera un espacio donde el presidente saliente ve necesariamente limitado su campo de acción y el que entra lo gana todos los días.
Si alguna vez ese espacio tuvo algún sentido ahora no lo tiene y se abre un tiempo que genera vacíos y resulta improductivo para todos. A partir de que se conoce el resultado de la elección, los más diversos actores se dirigen ya solo al presidente electo y el que está en funciones deja de ser un referente en la discusión.
El interregno no genera un vacío de poder o ingobernabilidad, pero sí resta eficacia al gobierno en funciones y al entrante no le permite asumir la totalidad de la responsabilidad. Ambos, si bien no necesariamente se contraponen o enfrentan, si se ven anulados el uno por el otro.
A nadie conviene que se siga perpetuando esta situación, que genera una gran improductividad y prolonga, de manera innecesaria un perverso ritual donde el presidente que sale, a la vista de todos, va perdiendo poder y posibilidad de influir y el que entra lo va ganando a costa del otro.
Al inicio del próximo gobierno debería haber un acuerdo entre el presidente, el Congreso y el Instituto Federal Electoral (IFE), para retrasar las elecciones y acortar el tiempo del larguísimo interregno que reduce en meses el gobierno del presidente en funciones e impide que el nuevo empiece a operar a toda máquina.
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