martes, 28 de febrero de 2012

¿Fin de Sendero Luminoso?/ Rubén Aguilar Valenzuela

El domingo 13 de enero pasado fue detenido con vida, Florindo Flores Hala, el legendario Artemio, el único dirigente de la cúpula original de la guerrilla peruana que seguía libre después del arresto del líder histórico Abimael Guzmán, en 1992.

En 1982, hace 30 años, se le encomendó la dirección del frente guerrillero en el Valle Huallaga, cruzada por el río del mismo nombre, y ahí se hizo fuerte e incluso pudo crecer protegido por la complicada geografía de la región y también por su capacidad militar.

El ejército lo encontró herido en una choza, después de cuatro días de perseguirlo en las profundidades de la selva. El ministro de la defensa y el propio presidente Ollanta Humala confirmaron que está vivo y ahora se recupera de sus heridas, bajo arresto, en Lima.

El comandante Artemio hizo público semanas antes de su captura, que estaba dispuesto a negociar y dejar las armas si se concedía una amnistía a los presos de Sendero Luminoso. El gobierno rechazó de manera tajante la propuesta.

Al anunciar la captura del guerrillero, el presidente Humala dijo: "Sendero Luminoso no es una amenaza al país, son remanentes armados que han estado causando zozobro, hemos eliminado la cabeza de este remanente y todos los mandos importantes y principales están también capturados".

Es cierto, como lo plantea el presidente, que la guerrilla desde hace 20 años no representa ningún peligro para la seguridad del Estado, pero la caída de Artemio no significa todavía el fin de Sendero Luminoso.

El sector guerrillero disidente de Guzmán, que después de su arresto rompe abiertamente con él, sigue en pie y está ahora encabezado por Víctor Quispe Palomino, "compañero José", su hermano Jorge, "compañero Raúl" y Leonardo Humán Zúñiga, "compañero Alipio".

Este grupo ha crecido en la jungla de Vizcatán, región de 650 kilómetros cuadrados en el valle de los ríos Apurímac y Ene, conocida como la VRAE, que es hoy la mayor zona productora de hoja de coca en Perú. La permanencia de este sector senderista, que se estima en unos 350 efectivos armados, coincide, es parte de él, con el desarrollo de la producción de cocaína en Perú.

Estos senderistas mantuvieron un muy bajo perfil por cerca de quince años, pero se hacen notar a partir de 2007, precisamente el mismo año que los narcotraficantes peruanos produjeron 290 toneladas de cocaína para ese momento la cifra más alta en la historia de ese país, según la ONU.

La fuerza y capacidad operativa de esos senderistas se empiezan a incrementar cuando adoptan el modelo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que combina la producción y venta de la cocaína con las actividades político-militares. Después del golpe dado al grupo de Artemio, es el único sector del senderismo que permanece.

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