miércoles, 9 de mayo de 2012

Dogma de fe


El presidente Felipe Calderón defendió su política de combate al crimen organizado y cuestionó a quienes critican su estrategia en la 94 Asamblea General Ordinaria de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), celebrada el 30 de abril. Estas afirmaciones no llamaron la atención, las ha hecho muchas veces a lo largo de su mandato.
En esa ocasión hubo algo nuevo, que sí resultó distinto, y fue una idea que no había aparecido en ninguno de sus discursos: afirmar, a la manera de un dogma de fe, que no existe “ninguna alternativa realmente distinta, viable, clara, a lo que se está haciendo hoy”.
En la recta final de su mandato, sólo le quedan siete meses, el Presidente se aferra a la idea de que sólo su camino es el válido. En estos años, sin duda que su gobierno y él en lo personal han debido pagar un alto precio por una estrategia que -a todas luces, ahí está la evidencia- no era la que se necesitaba y ha resultado un fracaso.
Mientras son cada vez más los políticos e intelectuales que cuestionan la manera en que los gobiernos han enfrentado al crimen organizado, en particular al narcotráfico, el Presidente se cierra en banda y desconoce cualquier otra posibilidad que no sea la suya. Asume, pues, una posición dogmática.
En su versión, su estrategia de 60,000 muertos ha sido un éxito y ha permitido, aunque no ha sido fácil, que en estos últimos años se recupere la seguridad y se construya el Estado de Derecho, y sostiene que lo realizado hasta ahora, a pesar de los resultados a la vista, “es lo que se tiene que hacer”.
Hay que recordar que cuando el presidente Calderón asume su cargo es el momento de menor violencia en la historia de México, sólo ocho crímenes dolosos por 100,000 habitantes, y probablemente también la etapa de menor penetración del crimen organizado en las estructuras del Estado y no sólo del gobierno, como Jorge G. Castañeda y un servidor indicamos en El Narco: La Guerra Fallida (2009).
El nuevo estado de violencia se produce, ahí está la realidad, a consecuencia de la declaratoria de guerra del presidente Calderón en diciembre del 2006. Esa estrategia es la que desata los niveles de violencia y la que tiene al país en la situación actual. No está en duda que la paz social es una prioridad y a nadie se debe permitir atentar contra ella.
Garantizar la paz y la seguridad ciudadana, valores públicos de primer orden, es obligación del gobierno y por eso debe de elegir siempre la estrategia, puede incluso ser heterodoxa, que realmente conduzca a que ese bien se pueda proveer. Las posiciones dogmáticas y principistas no abonan en esa dirección. Se requiere ser pragmático.
De acuerdo con el Presidente, todos sus discursos tienen ya tono de despedida, lo que se ha “esforzado en hacer a lo largo de la Presidencia de la República: guardar y hacer guardar la ley y la Constitución y las leyes que de ella emanen”.
No lo dudo, ésa es su obligación. Lo que está en cuestión, no sólo en México sino en otros países, es si la actual estrategia contra el crimen organizado garantiza la paz y la seguridad.

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