miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Fin a la cultura del no?

Por: Rubén Águila

 Twitter: @RubenAguilar
Sitio: www.miscuadernos.com.mx


Los distintos estudios de opinión coinciden en indicar que las y los diputados están en el último o penúltimo lugar en la escala de confianza de la ciudadanía.

No muy lejos, pero en mejor lugar, están las y los senadores. La sociedad tampoco valora bien la capacidad y el desempeño de las y los legisladores.

Ellas y ellos discuten en sus respectivas cámaras, como si ese espacio agotara los confines del país. Una buena parte de sus integrantes más influyentes no han sido elegidos de manera directa, sino llegaron ahí a través del mecanismo de la representación proporcional.

Los electores, una vez que pasó la elección, nunca más son tomados en cuenta. Es cierto que tenemos un sistema político de representación, pero éste no otorga a las y los elegidos una patente para que hagan lo que les venga en gana o sólo actúen en representación de su partido y nunca de la ciudadanía.

La mala imagen de las y los legisladores tiene que ver, eso está al fondo, con la lejanía de quienes los votaron. El Poder Legislativo nunca da cuenta de su actuación y del porqué de sus decisiones a quienes les debe su cargo, que son los electores de su distrito o circunscripción.

Por lo menos en estos últimos 15 años, los intereses partidarios, nunca los de la ciudadanía, han llevado a que las y los legisladores, en la disputa primitiva por el poder, no aprueben las reformas legislativas y constitucionales que urgen al país. Llevamos un retraso de por lo menos 20 años.

En las últimas semanas se ha empezado a ver un cambio que no deja de ser sorpresivo y va en contra de los usos y costumbres en el Poder Legislativo, que en los tiempos de la democracia se ha caracterizado por una cultura del “no”. En estos días, las y los legisladores de ambas cámaras, de pronto, han llegado a la creación rápida de consensos y a la aprobación expedita de las leyes.  

A la base de esta transformación parece estar el Pacto por México y los mecanismos operativos que lo acompañan. Esta instancia, ajena a las cámaras, pero no contraria de las mismas, es la que permite, por ahora, que se supere la práctica del no, que ha pasado a ser un elemento de la cultura política de las dos últimas décadas. 

No queda claro si lo que ahora está pasando en las cámaras llegó para quedarse, porque se trata de un verdadero cambio cultural, o sólo es un fenómeno de coyuntura que depende de que el Pacto por México se mantenga y prolongue. 

¿Qué pasaría si el Pacto se rompe? ¿Se volvería a las costumbres anteriores y se retomaría la práctica del no? ¿El efecto positivo que ha generado el Pacto se mantendría aun sin él? Lo ahora evidente es que en el Senado y la Cámara de Diputados ha tenido lugar un  real cambio y de la lógica del no se pasó a la del sí.

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