miércoles, 13 de febrero de 2013

Renuncia papal

Por: Rubén Aguilar
 
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El Papa Benedicto XVI fue muy claro al exponer sus razones para renunciar a su cargo: su avanzada edad y el deterioro creciente de su salud. Son dos motivos sólidos e irrefutables que hablan de la valentía y coraje del Papa, para cambiar formas y costumbres que, por siglos, han permanecido inalterables.
Las condiciones físicas de los últimos años del mandato de Juan Pablo II eran realmente lamentables. Dolía verlo y por momentos incluso parecía inhumano que se mantuviera en su puesto, cuando obviamente ya no tenía las condiciones físicas y mentales para hacerlo.
La conducción de la Iglesia quedó, entonces, en manos de la burocracia de la curia romana, que tiene una gran cantidad de italianos, y no del Papa, un pastor y un hombre alejado de la gran reflexión intelectual y teológica que sí es propia del actual Pontífice.
El cardenal Ratzinger, el papa Benedicto XVI, con su decisión, evita que se vuelvan a dar esos dos escenarios, ambos lamentables, que caracterizaron los últimos años del papado del polaco Juan Pablo II.
Esta decisión abre una nueva práctica en la Iglesia Católica, que seguramente llegó para quedarse.
Desde hace por lo menos 25 años, se puso fin al cargo vitalicio que era propio de los obispos, para obligarlos a renunciar al cumplir los 75 años. La Iglesia ha sido contundente en la aplicación de esta norma.
La decisión de Benedicto XVI abre el espacio para que, en el futuro, como algo normal, como sucede ahora con los obispos, el Papa ya no tenga un nombramiento vitalicio y al llegar a cierta edad o condiciones de salud, que suelen estar aparejadas, renuncie a su cargo.
Es una decisión valiente e inteligente, que va a ayudar a la Iglesia. Las funciones propias del papado exigen a un hombre en plenitud de su capacidad física e intelectual. Uno disminuido no puede ejercer cabalmente ese cargo y abre el espacio para que la estructura burocrática vaticana sustituya al Papa.
Este anuncio, que entrará en vigencia a partir del 28 de febrero, habla de un hombre de sólidos valores y de consistencia ética. Por decisión propia, que deja ver su visión amplia y capacidad analítica, decide dejar el poder. No es una práctica común.
A Benedicto XVI le va a tocar construir el nuevo modelo del papel que debe jugar un Papa retirado. Es un hombre inteligente, un intelectual, que tiene idea clara de cómo lo hará. Como antecedente está la realidad de los obispos que una vez que se retiran, dejan todo el espacio al nuevo. Son muy pocos los casos de quienes no saben hacer este tránsito.    
La decisión del cardenal alemán Ratzinger ayuda a la renovación de la Iglesia Católica y resuelve un problema de la misma. El mantener en el papado a hombres que ya no lo pueden ejercer a plenitud.
Ahí está la dolorosa imagen de Juan Pablo II. Debemos de suponer que esto ya nunca habrá de ocurrir.

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