viernes, 25 de noviembre de 2011

El Testigo Juan Villoro Editorial Anagrama México, 2004 pp. 368

Un error de lugar -va al atrio de una iglesia en lugar de otra- impide que Julio Valdivieso llegue a la cita con su prima Nieves, su novia desde la adolescencia. Sin entender porque no se presenta, tampoco intenta averiguarlo, se marcha a estudiar en Europa. Ahí conoce a Claire, la hija de uno de sus profesores, con la que se casa y tiene dos hijas.


Después de 20 años en Europa, donde es profesor, deciden regresar a México. Claire ve al país con los ojos de la extranjera que quiere comprender la nueva realidad en la que vive. No juzga y pronto se encariña con la gente y sus costumbres. La vida familiar se desarrolla sin contratiempos.


Julio pronto descubre que el pasado está ahí y todavía vive en el presente. Los años fuera del país no han borrado su historia. Está el rancho de Zacatecas donde pasaba vacaciones, los parientes y los compañeros de la universidad. Está el país que dejó y otro que no conoce.


Cada quien ha hecho su propia vida, pero las relaciones permanecen. Sólo han vivido un impasse que pronto se supera. Algunos de los compañeros de la universidad han tenido éxito, pero otros no. Sin querer se ve envuelto en esas vidas y en sus problemas. La paz de los años europeos se ha roto.


En la novela corren a la par de la historia de Julio y su familia, otras cuatro. Dos que ocurren en los primeros treinta años del siglo XX: La del poeta Ramón López Velarde (1880-1921). Él, católico conservador y al mismo tiempo pensador liberal, que vivió en carne propia las contradicciones de un país que se veía envuelto en una Revolución. La otra es la Cristiada que se desarrolló con especial intensidad en la zona del rancho familiar en Zacatecas.


Dos más suceden en el hoy y se entrecruzan con la vida de Julio y sus amigos: La presencia del narcotráfico en diversas esferas de la vida nacional, desde lo más lejano, opera en las inmediaciones del rancho zacatecano, y también se encuentra en los más altos niveles del gobierno y la empresa privada. La otra historia es la que describe el poder de la televisión y la de sus dueños.


Se da cuenta en el texto de un México que muere y ya nunca volverá, pero también de otro que surge y toma forma. Nostalgia por lo que se pierde y esperanza por lo que viene. Las sociedades evolucionan y la historia se construye de rupturas y desencuentros. En ese proceso las sociedades pierden y ganan. Siempre se transforman.


La estructura de la novela es compleja y se desarrollan, a la vez, muchas historias y actúan una gran variedad de personajes. La multiplicidad de ángulos de mirada, el ir y venir en el tiempo y también la entrada y salida del espacio familiar está muy bien resuelto. El lenguaje es preciso y ágil.


Los personajes están muy bien construidos. Todos son consistentes y creíbles. Julio, Nieves, Claire, el cura especialista en López Velarde, el tío, los hijos de la prima Nieves, el personal que trabaja en el rancho, el comandante Ogarrio y todos los amigos de la universidad.


El texto me gustó y me dijo. Me pareció una revisión de la historia moderna del país, de su cultura y sus valores. Pienso que también logra penetrar en la vida interior de los personajes que expresan a una parte de la sociedad mexicana. El autor se enfrentó a un gran reto y lo resolvió muy bien.


La novela ganó el premio Herralde, 2004. Mi amigo el escritor José Antonio Lugo, que me regaló el libro, escribe en la dedicatoria: “Aquí tienes una novela inteligente sobre el papel de los medios, el narcotráfico y el México profundo, simbolizado por la provincia y López Velarde”.

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