lunes, 9 de julio de 2012

La derrota del PAN


En el 2006, después de la administración de Vicente Fox, la mayoría de los que votaron decidió que el PAN siguiera conservando la Presidencia de la República y eligieron a Felipe Calderón, pero después de su gestión optaron porque ese partido ya no siguiera en la Primera Magistratura. Ésa y no otra es la realidad. No hay accidente. Es una decisión consciente.
La derrota del PAN tiene muchas madres y padres: la gestión de Calderón y su absurda guerra; las divisiones internas del PAN; la conducción del partido; la plataforma ideológica que cada vez es más conservadora ante los cambios culturales del país; la lejanía de los sectores populares; la elección de los candidatos; la candidata Josefina Vázquez Mota; el equipo de campaña que se integró; la estrategia que optó por la continuidad.
El PAN está obligado a una evaluación a fondo después de esta catástrofe electoral en la que pierde la Presidencia, los gobiernos de Jalisco y Morelos, dos de las tres delegaciones que tenía en el Distrito Federal y queda como tercera fuerza en el Congreso. El partido, desde el inicio del actual sexenio, ha venido de derrota en derrota. Hay causas que expliquen este desempeño y también los resultados.
Lo correcto es que la actual dirigencia del partido renuncie, como es práctica común en otros países, después de una derrota de tal magnitud, para dejar abierto el espacio a que surja una nueva dirigencia que se haga cargo de hacer un diagnóstico imparcial, a fondo, que les permita conocer y explicar lo que pasó y al mismo tiempo asuma los cambios que se deben impulsar, para afrontar los nuevos tiempos.
Si el PAN no se reestructura a fondo, para responder a la nueva realidad de una ciudadanía, cada vez más formada y liberal, tiene muy pocas posibilidades de volver pronto a la Presidencia de la República y a tener presencia significativa en los estados y el Congreso. El partido requiere cambios radicales en su concepción ideológica y plataforma programática, pero también en su estructura orgánica.
Le urge hacerse de un nuevo tipo de cuadros, que sean capaces de contactar a una nueva generación de militantes. Los que hoy están a la vista no concitan entusiasmo y adhesión entre los panistas y mucho menos en la ciudadanía. Le urgen dirigentes mejor preparados y con mayor cualificación académica y profesional. Le urgen también líderes con prestigio y arraigo social. La decisión de una transformación de gran calado sólo corresponde a los panistas y, por lo pronto, no se ve quién sea el dirigente o los dirigentes que puedan conducir este proceso.
Al perder la Presidencia, el PAN deja de contar con el espacio único que ésta le brindaba y mantuvo por 12 años, pero también ya no tienen el instrumento poderoso, muy difícil de sustituir, que disponía para acercar nuevas adhesiones y simpatías. Los muchos cuadros del partido que tenían cargos en el gobierno ya no contarán con ellos. Están ahora obligados a buscar una nueva manera de ganarse la vida. El PAN y sus militantes inician una nueva etapa de su historia. Habrá que ver cómo la enfrentan.
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